Brazos ajenos y recoger retazos de amor.

when everything goes wrong, I rejoice

because I know that my blessings are comming

and that I am protected

Siento un nudo en la garganta al pensar en el amor, el amor romántico, el amor pasional y atractivo, el amor que une la vida de dos personas que lograron encontrarse en medio del mundanal ruido, y aprovechan cada segundo de su día respirando en pos de alguien más. Alguien que les complementa, y acompaña, alguien que les escucha, que les abraza con sinceridad, que les entrega su compañía a pesar de la distancia, del tiempo, de las responsabilidades. 

Concibo una realidad profunda y absoluta en donde la vida misma me es infinita, y el amor es abundante, y la alegría de saberse vivo es un manantial enriquecedor. Yo sé del amor abundante y profundo y apasionado porque lo siento y disfruto todos los días, porque lo siento con el mundo, con la vida misma.

Hoy conocí la desazón del haber perdido lo que creía haber ganado. Hoy sentí el profundo abismo separándome entre aquello que imaginaba podría ser, versus aquello que realmente era. Mi corazón no palpitaba, mi piel se sentía gélida ante la magnitud del universo, quería la aventura de lo desconocido, de lo que está allá afuera, del infinito. Quise sentarme en mi terraza a contar aviones, estrellas, lunas y nubes.

La noche era cálida, hubiese sido feliz recostada en una franela en la terraza. Velas e incienso, café y preguntas acerca del futuro, del pasado, del ahora, del clima y de las buganvillas.

Me conformé con el esfuerzo valeroso de alguien que intenta, desde el fondo de su corazón, hacerme bien. Y conformarse no está mal, es bueno y valiente cuando el alma se encuentra en paz. Mi alma no lo está, me siento intranquila y abrumada, culpable incluso, por haber llamado a este encuentro e incitar la historia que siempre quise experimentar. 

Ya no puedo seguir recogiendo retazos de amor en brazos ajenos, y tejer una manta maltrecha e incompatible entre sí por la diferencia de las telas. El hilo amoroso que uso para juntar cada nueva pieza de este gran tejido se deshace puramente por la ausencia de sentido entre cada retazo. 

A pesar de tener el corazón chueco, y el alma un poco rota, hoy agradezco por su presencia y dejo en libertad cada atadura que algún día construí para volver a tenerlo junto a mí. 

Y por sobre todas las cosas, agradezco por la dicha de saberme completa, tal y como soy y estoy. Me entrego al universo, a Dios, al destino, porque confío que cada desengaño trae consigo las bendiciones que fueron escritas con mi nombre.

Me refugio en la espera, en la paciencia. Cultivo árboles frutales y cosecho los frutos de mi confianza en que todas las cosas funcionan en conjunto para el bien. Nada es indiferente, ni relativo. Todo sucede por algo. Y hoy me siento a ver las horas pasar. En calma, sin prisa, ni obsesiones. 

Gracias, siempre te agradeceré el haberme acompañado todos estos años. Te dejo ir en paz, y en calma, una despedida serena, que fluye.

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