Yo.

Si tan solo pudiese alongar mi brazo, y alcanzar la eternidad, sentiría finalmente la paz tan ansiada. Poder agarrarme firmemente a la idea de un futuro que no tiene oclusión, que puede ser absolutamente cualquier cosa que yo le instruya a ser, un futuro donde la vida no pida más ni menos de mí, sino únicamente lo que existe, en toda su extensión. 

Extiendo mi brazo para acariciar el cielo, me perfuman las nubes. El rocío de la madrugada se posó en mi piel y las flores abren sus pétalos, como labios sedientos, suplicando el leve roce de mi piel húmeda. Me convierto en un ser etéreo, magnánimo y poderoso. Puedo correr por los campos y descubrir nuevas fuentes de agua pura para que recolecte mi alma en pedazos. Puedo nadar en todos los riachuelos que encuentre y zambullirme, reaparecer helada, una coraza gélida protegiendo mi carne, lista para enfrentar los veranos invencibles en el desierto, en las carreteras hirvientes, en el magma líquido de la tierra de volcanes.

Si tan solo pudiese alongar mi brazo, alcanzar la eternidad, y guardarla en mi bolsillo, prometería entregarme completamente a la sagrada misión de amarme todos los días. 

Rebusco mis cajones, pregunto por la persona que quiero amar mientras continúo la marcha. Mi voz repica en las paredes de las montañas recorridas. 

"Eres tú, siempre has sido tú"

Yo.

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