Diarios - Ordo ab Chao

Hablar desde la primera persona es una herramienta utilísima cuando pretendes alcanzar el reconocimiento interpersonal. Reconocerse desde los demás es una tarea ardua que necesita que todos nos pongamos de pie y aplaudamos las historias que otras mentes comparten acerca de su percepción del mundo, mientras somos pacientes a la llegada de nuestro turno para hablar.

Reconocerse desde uno mismo es una tarea monumental que se nutre de las demás vidas a nuestro alrededor, el aprender a mantener una conversación íntima y cercana con alguien es el pilar para entenderse, abrazarse y cambiar cuando el viento lo necesita.

Hace unos días tuve una experiencia surreal con un concentrado de CBD, olvidado, que encontré en el armario del estudio. Me acuerdo haber dejado de consumirlo porque no me sentó, y la ansiedad se convertía de a poco en una bestia hambrienta que devoraba cada segundo de mi vida. 

En fin, decidí ver si después de algún tiempo haría efecto alguno, y me sentí embriagada de una sensación calentita y formidable. Decidí acostarme a escuchar música y dejar que el sueño consolara el resto de la noche, pero ignoraba el terrífico sentido que le dio a la vida por lo que se sintió una eternidad. De repente, experimenté una clarividencia magnánima acerca de mi pasado, recordé muchas cosas que creía abandonadas en algún recoveco mental. Volví a mi infancia, deambulé por algunos momentos de la vida adolescente y adulta, pero mayoritariamente me quedé recordando y sintiendo lo que la Elisa pequeña entendía del universo.

Sentí dolor, muchísimo dolor. Una sensación de acongojo me acompañó durante todo el recorrido, y palpitaba en mis entrañas la voz consciente, pero adormilada, de mi yo real, actual, viva. Con un frenesí nunca antes visto, documenté en mensajes sin sentido una larga lista de cosas que quería conversar con mi psicólogo, desde mi visión del mundo y la tristeza profunda que me acompañaba, hasta la maníaca forma en la que mis sentidos se develaban ante mi desde un recuerdo vanidoso que normalmente glorificaría.

Recorrí calles que no había visto en muchísimo tiempo, hablé con gente que no me acordaba siquiera había tenido tal relevancia en mi vida. Volví a enojarme y a llorar por las cosas que un día me dejaron a un lado o que marcaron una hendidura profunda en mi corazón. Me reí como hace mucho tiempo no lo hacía, y disfruté del mundo desde una mirada mucho más baja, y sorprendida de la enormidad del planeta, y de las infinitas posibilidades.

Me acordé de muchos sueños que había dejado de lado, y encontré las fallas que un día derivaron en tener cierta afinidad específica por las cosas que hoy me mueven. De repente, me convertía en la niña curiosa que veneraba los colores y el sol, la que disfrutaba el sudor después de un día extenuante jugando con sus amigos. 

Fue abrumador, sentí mucho miedo, y quise regresar a la consciencia callada de la adultez.

De pequeña, mi mente corría a una velocidad irreverente, pensaba en muchísimas cosas a la vez e imaginaba además miles de escenarios más. Mi mundo era una fantasía repleta de colores y dibujos, el arte  llenaba mi existencia y hubiese dado mi vida por vivir debajo de un árbol, enfrascada en un libro de colores eterno, que me permitiera extender el tiempo de juegos, y poder dibujar cinco minutos más. Solo cinco minutos más.

Ahora que lo pienso, lo que más me llamó de esta experiencia, fue el notable cambio y diferencia entre la persona que era entonces, y la que soy ahora. La vida que tenía antes y la que he construido ahora. Agradecí por las oportunidades y la libertad, el amor, los amigos, la Atlas. 

Me horrorizó recordar el sentimiento absurdo de inseguridad, preocupación, y desconfianza que me azotaba. El desconsuelo de estar viva, el odio profeso que recorría mis venas al imaginarme quién era yo. 

Mi pequeña Elisa, mi pequeña y valiente Elisa. 

Estoy muy orgullosa de ti, profundamente agradecida por la entereza de carácter que siempre tuviste, y la fortaleza que tuviste al decidir construir una mejor vida para ti. Eres una niña fenomenal, y me hace muy feliz saber que hoy te amas y cuidas de la mejor manera. 

Pequeña Elisa, tu travesía es gigante. Has construido puentes de aire, y vuelas por el universo, tal como en tus sueños. Eres un ser magnífico que aprendió a vivir y a ser en medio del caos. Gracias.

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