Bar hopping. Bielas artesanales. Stouts. (Moonlight Serenade - Glenn Miller)

Han pasado varios siglos desde la primera vez que un sabio cervecero se encargó de definir el concepto de bar hopping. El intríngulis emocional que le sucedía a este ser, requirió concebir esta idea bajo los efectos suavizantes del alcohol y la profunda desesperanza de haber descubierto la verdadera razón de la vida en el planeta tierra. 

Intento escribir este texto lejano a la primera persona porque he notado una tendencia un poco radical hacia la consideración propia de la vida, y de la experiencia humana en el mundo. Conforme los párrafos comienzan a hacer sentido, mis palabras gravitan hacia la aspereza de la soledad individual, y rozo inevitablemente los bordes de mi propia idea de la vida, de mis decepciones y de mis alegrías, de mi situación actual y de aquellas emociones que ocuparon cada centímetro de mi vida hasta hace algunos días, meses, e incluso años.

Me entrego a la disposición propia de los seres humanos para hablar acerca de sí mismos, y determino que nadie consciente de sí mismo leerá estos versos, ergo, ninguno de los ayes que exprese en este texto será replicado, descubierto. 

La necesidad infinita de comprimir los sentires que acompañan cada día de mi vida, además de la absurda confianza en el desinterés ajeno, se convirtieron en mi motor propulsor y creador de historias profundas que fueran a acompañar el desenvolvimiento natural de los días. Nunca había hechado de menos la edad pasada en la que dejaba llevar únicamente por las disposiciones vehementes de mis acompañantes hasta esta noche. Creía que la independencia sería el epítome de mi felicidad. 

Recuerdo amargamente las primeras noches de mi libertad forzada a los veinte años. Mi corazón había dejado de palpitar meses atrás, pero aún recordaba con claridad la maravilla emocional que significaba sentirme enamorada del que consideraba entonces el mejor hombre del universo, o el creer con férrea convicción que mi vida prometía grandiosos tesoros por el mero hecho de haber nacido yo. De repente, me habían entregado la responsabilidad sagrada de vivir, de existir, de amar mi realidad simplemente porque era mía, y era lo único que jamás amaría verdaderamente.

Mis primeros meses viviendo sola, me aislé del mundo vacío y solitario, e inventé la dialéctica interior entre mi yo racional y la inquieta criatura que trataba de pintar de amarillo felicidad cada centímetro de su vida. Siento mucha compasión por ella, y su verdad entristecida en el abandono. Dejé pasar muchas cosas terribles que hoy no perdonaría, pero entonces, había definido que mi razón de ser se debía a las personas a mi alrededor que decidían ayudarme y acogerme en su manto sagrado de compasión, de misericordia. Perdí el sentido interior de resistencia, y acepté el destino fatal de ser el canal que construía la realidad de los demás que podían reconocer mi valor.

En medio de este luto interno, nacía un fuego abrasador en mi alma que me obligaba a ser más sumisa y apasionada, conflictuando la realidad que sucedía en frente mío. Me entregué a la tarea magnánima de ser un instrumento de guerra y conciliadora oficial de la tregua en la vida revoloteada de alguien más.

Mientras escribía los primeros párrafos, escuchaba una canción que no era la que identifica este blog. Me la había enseñado el hombre que me convirtió en la persona que soy hoy. Íbamos en su carro, y sonó en medio de un día cualquiera, me reía de que él escuchara ABBA, jamás me hubiera imaginado que su corazón helado concibiera si quiera el gusto por una banda tan anacrónica como lo era aquella. Él oía una versión ligera, instrumental, y mucho más romántica de la que me había acompañado desde los ocho años. 

Al escucharla hoy, sentí más profundamente el dolor de tu mirada fría. Te quiero tanto. Te quise tanto. Tenía la idea de haberme convertido en el ser ideal de tu ideación perfecta de la vida, y de lo que esta podía significar. Mi corazón vibraba por tu existencia, y concebía que tu sabiduría y conocimiento serían los que guiarían mi crecimiento. Había decidido que vos y yo seríamos inseparables por el resto de nuestras vidas porque entendíamos el mundo de la misma manera. 

Me rompe el corazón saber que tienes una idea tan negra y deleznable de mí. Te escucho reír con los demás y siento que la tierra tienbla bajo mis pies; empezaste a llamarme por mi nombre completo, y por más infantil y patético que parezca esto, sufro mucho por saber que te fallé, por saber con férrea convicción que consideras mi vida como una realidad absurda. Conozco bien el lado oscuro de tu corazón, y cuántas veces deseé con todas mis fuerzas que lograras perdonar a la gente, que fueses más suave, más entonado con tus sentimientos.

La moneda ha girado a tu favor, una vez más, pero hoy vivo en carne propia tu odio, y siento mis piernas flaquear al pensar que no podré seguir acudiendo a tu magnífico cerebro para debatir acerca de mis demonios internos que pelean por aprender a vivir en un mundo que no tiene otra guía sino tú.

En medio de todo, pienso alegremente en tu recuerdo y me abrazo fuertemente al día en que me llamaste para convertirme en tu secuaz, e hiciste de mí la herramienta que te faltaba para terminar de comerte el mundo. Tus palabras sabias y contundentes me salvaron en tantas ocasiones.

Mientras velaba nuestra amistad, y escribía la elegía que habría de leer durante la misa, agradecí por haberte encontrado en mi vida. Tu magnífica clarividencia, y absurda lucidez, habían hecho de mi día a día, una verdadera travesía que asemejaba los relatos de Frodo Baggins, en camino a Mordor. ¿Recuerdas esa vez que hiciste una referencia al Señor de los Anillos y comparaste mi travesía con el viaje de Frodo?
Mi vida dependía tan profundamente de tu aprobación y beneplácito. Añoraba tu compasión, entendimiento, compañía. Eras el hermano sabio y maduro, el adulto responsable, que jamás tuve.

Quiero creer que en lo profundo de tu ser, estás orgulloso de mí. Quiero creer que después de todo, tu ira se convierte en una risa soslayada que aplaude mi fuerza. Quiero creer que me consideras una man arrecha, valiente, resiliente.

Después de tres largas semanas, mañana vuelvo a verle al David. Hoy pensado en tantas cosas que me podrían haber roto el corazón hace algunos meses, pero he sido fuerte, y han sido veintiún días sin definir un plan del lado de mi razón. Me he dejado sentir, profundamente. Y ha sido doloroso. Me he embriagado tantas veces. He querido desaparecer del planeta todos los días. Pero también, he reído abiertamente acerca de la incertidunmbre que me acompaña. 

Me alegra no verte mañana. Me alegra que no me saludes. Me alegra que me llames por mi nombre completo. Me alegra que el David esté de vuelta. Me alegra que mis amigas existan. Me alegra que The Beatles sea mi banda favorita. Me alegra haberte conocido.

Hoy agradezco por la vida, por el mundo, por mí, por tu existencia, por la música, por los libros, por la biela, y sobretodo, por la Atlas.

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