María Inés / Rezo por Vos - Charly García

Y curé mis heridas, y me encendí de amor. Y quemé las cortinas, y me encendí de amor, de amor sagrado.

-Rezo por Vos, Charly García


Tú último mensaje quedó inconcluso, y después de enterarme cómo inició todo el capítulo de terror que ha sido la vida desde hace unos días, me pregunto si no habrá sido el último mensaje que escribías antes de tomar el impulso hacia el final. O incluso, si lo habrás escrito en camino al hospital. O si mi chat se confundió con el de alguien más a quien mensajeabas de emergencia. 

Tengo la rabia contenida en la garganta, María Inés. Tengo un agujero en el pecho, y siento que el alma se me escapa. Perdí la noción del sentido, y de la realidad, porque todavía no logro entender cómo es posible que esto haya sucedido. No entiendo, en realidad es una situación que me asusta bastante porque reafirma la creencia absurda que tengo acerca de vivir en una fabricación imaginaria de un ser externo, o una simulación, o quizá incluso, estar viviendo el sueño de una Elisa que tiene una vida en la que tú sigues viva, y solo está dormida profundamente en una pesadilla infinita.

Mañana me despertaré descansada, pero un poco preocupada, y te llamaré. Hablaremos por teléfono, tu voz cantarina me animará, y empezaré el día emocionada y feliz y agradecida con la vida porque tú existes, y estás viva, y solo fue un mal sueño. 

Mañana me despertaré y buscaré en mi blog la última entrada, y constataré que lo que estoy escribiendo no existe, no es real. No es posible que tú no estés viva. Es imposible imaginarse que tú, María Inés, amiga maravillosa y ser humano increíble, no esté viva. No sé qué haré con mi entendimiento del mundo si compruebo lo contrario.

Me enoja que en mi sueño, la gente habla de ti como si lo hubieses logrado todo. Me enoja que tus amigas (aquellas que también son mis amigas) piensen que te fuiste con todos tus asuntos resueltos. Me rebela el pensar que tu muerte debería aceptarse como una realidad, y no ponerse en duda. Me enoja que digan que te fuiste en paz. Yo no quiero pensar en eso. ¡Todo esto es absurdo, y estúpido, e injusto, y yo estoy en contra de pensar que deberíamos estar tranquilos con esta situación!

¿Qué clase de mundo es aquél en el cual tú no mereces estar viva, total y absolutamente viva?

¿Qué clase de mundo es aquél en el cual tú no tenías una vida por delante y te obligaron a partir?

De todos nosotros, tú eras la única persona que verdaderamente merecía seguir viva. La única que realmente estaba hecha para sobrevivir en un lugar putrefacto y enfermo como puede llegar a ser este mundo, porque tú, incluso cuando las cosas a tu alrededor eran grises y puntiagudas, entregabas todo el amor que tu corazón tuviese disponible en ese momento.

Tú eras la única persona que merecía vivir, amar, casarse, ser mamá, llevar a sus hijos a la escuela, triunfar en su empresa, viajar por todo el mundo, casar a sus hijos, morir en la tranquilidad y paz y consuelo de una vejez bien merecida y bien ganada. Tú eras la única que tenía que haber vivido eso. Tú. Nadie más. ¿Quién carajo llevará a los hijos de todos nosotros al colegio cuando nos hace falta tu amistad y guía y consejo?

Quisiera poder dividirme y darte un poco de mi vida, no tendría problema con pactar justamente con Dios, y asegurar un año más de tu vida a cambio de uno de la mía. Te quiero mucho, María Inés, te daría con todo el amor del universo, un año de mi vida, con tal de sentir el refugio y calor de tu amistad. Yo todavía no entiendo muy bien cómo amar, cómo amarme, cómo dejar que las cosas existan sin mucha presión o mayor indiferencia, pero hace algún tiempo me he sentido mejor de lo que solía sentirme, y realmente disfruto estar viva y agradezco poder respirar en paz. Mi pretensión inicial no debería entenderse como un sacrificio porque no aprecio mi vida, y valoro la tuya por sobre la mía. No, en lo absoluto. Pero te quiero tanto, te extraño tanto, necesito tanto de tu amistad, que daría incluso un año de la mía por pasar más tiempo a tu lado, y poder crecer un poco más bajo tu sombra. 

También me haría muy feliz saber que tienes la oportunidad de hacer todas las cosas que estoy segura que quedaron en pausa después de tu muerte. Y yo sé cuánto te gusta ser puntual y cumplida, aunque a veces termines siendo la persona más impuntual, nunca dejas de cumplir tu palabra. 

Me encantaría verte en tu boda, sería feliz la fotógrafa oficial del grupo de amigos. Me encargaría de los pequeños detalles, como tu risa durante los votos del Sebas, y las lágrimas durante los tuyos. Iría despacio, detrás de la gente, y tomaría fotos cándidas de los momentos íntimos que solo comparten los amigos y amantes cuando se saben comprendidos y alejados de la cámara, estoy segura que podría tomar alguna foto de tu papi sosteniendo a Elmo en medio de la ceremonia. Yo sugeriría que lleve una botella de whisky para fingir una borrachera en Sesame Street, y tomaría un millón de fotos para actualizar el perfil de Elmito.

Te ayudaríamos a planear un viaje espectacular para tu luna de miel, y me aseguraría de empacar los libros de Clarice Lispector que tanto quería que leyeras. 

Aprendería a dar mejores consejos para poder guiarte y acompañarte en los días en los que sientes que el mundo se te ha caído de las manos, y crees que es tu obligación recoger todos los pedazos y sanar las heridas se esparcieron por el suelo. Mi adorada María Inés, amiga querida, cómo quisiera aprender a dar mejores consejos, mejores abrazos, y poder correr a tu casa, mañana cuando me despierte, para asegurarme que estás bien, y que sabes que estoy aquí para ti, y que las dos vamos a salir de la depresión, y que vamos a convencernos que la vida es maravillosa y vamos a sentirnos dichosas y felices y completas y acompañadas.

Rezo por vos, María Inés, porque a pesar de ser un sueño, y a pesar de ser una descreída sin credo, me asusta pensar que mi añoranza y soledad y necesidad de vos, te vinculará al mundo terrenal por el resto de la eternidad. Me asusta pensar que tu corazón sigue deambulando en esta tierra porque te extraño mucho. Así que todas las noches, rezo por vos. Y te hablo. Y te digo que vayas en paz. Y te cuento mi día. Y te despido. Y te agradezco por haber sido una amiga-hogar tan preciosa. Y te despido nuevamente, asegurándote que yo puedo seguir sola, que daría todo por tenerte aquí, pero que yo puedo seguir sola, y que no te necesito, así que corre, corre felizmente entre amapolas y gerberas y buganvillas y orquídeas. Y recuéstate bajo la sombra de frondosos arupos a descansar y a disfrutar de un eterno atardecer que jamás termina de acabarse, ni de empezar.

Espero que seas dichosa, María Inés. Allá donde te encuentres. Te aseguro que yo también soy dichosa, acá, en mi casa, en mi sillón, en el mismo que te vio ser parte de mi vida como la amiga-hogar más preciosa (¿no te lo he dicho todavía, no?) que jamás pudo haber existido.

Descansa en paz, María Inés, descansa en paz. 

Vuela alto, corazón valiente. 

Te deseo alas y un buen viento.

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