Diarios: Químicos, II. Oversharing.

Me gusta la sensación de vacío que me da cuando tomo moda. Me gusta tener que pensar antes de mover la boca porque me ha paralizado tanto el razonamiento que no llego a comprender las palabras que van a salir de ella, y muchas veces me he encontrado buscándolas en medio de una oración que ya salió. Me gusta el ritmo acelerado, el ruido absurdo hace silencio cuando tomo moda. Las cosas se vuelven más viscerales, más crudas, más reales. Y yo, existo a la par de un universo desconocido, repleto de sensaciones novedosas que normalmente no identifico. 

Quisiera dejar plasmada la sensación en palabras. Es el vacío que sientes cuando el avión está despegando. Es estar en un carro en medio de la madrugada, yendo a toda velocidad al aeropuerto, con la mañana siguiente rozando tus mejillas; es viajar en carro, escuchando tu música.

Sé que tengo una vida por delante, una vida gigante y maravillosa, y quiero aprender a controlarme. Quiero ser una con mi cerebro, estoy cansada de las riñas de toda la vida, no quiero seguir pretendiendo que soy mi enemiga, no quiero definirme como esta ambivalencia de situaciones en las que nunca estoy de mi lado.

La libertad de ser es mucho más complicado que un universo de oportunidades dispuestas a abrazarte, es más bien como dar un paso atrás y salir de la puerta que te enseña las oportunidades y en el vacío, encontrar la pérdida del sentido por la abrumadora realidad. Todo. Tener todo no es sinónimo de libertad, ser libre es saber a dónde una se dirige, es saber bien los pasos que camina, y lo que necesita para estar en paz. Ser libre es conocer, aprender, crecer. 

Todos los días me pido ser más. Más pilas, más disciplinada, más organizada, más educada, más linda, más dedicada. Y todos los días me duermo con una deuda. La Elisa fraccionada, dividida. Todo lo que podría tener no lo tengo por decisión propia y aún así, sigo apuntando el dedo y señalando a los demás. Son ellos los que deberían entender todo mi contexto, ¿no? Pero qué aburrido tener que contar mi vida e infortunios una y otra vez. Hasta yo me canso de la misma historia, imagínate escucharla. Y además, siempre se corre el riesgo de que la otra persona no entienda las cosas de la misma manera, y tengas que entrar en dilucidaciones etimológicas sobre lo que significan las palabras para vos. 

Imagínate que tienes una tarde eterna al frente tuyo, me siento a tu lado y pongo música. Me dan ganas de explicarte por qué me siento nostálgica en ese preciso instante, pero eso significaría que tendría que hablar de las personas que han pasado por mi vida y que han dejado marcas profundas. Me quedaría en los buenos recuerdos, normalmente, los atardeceres suelen darme una sensación de calma sorpresiva. Pero antes de continuar con mi relato sobre la actual nostalgia, me siento en la obligación de darte más contexto, y termino relatándote lo que yo considero fueron los momentos más intensos de mi vida, y que terminaron "quote-on-quote-jodiéndome". Y es innecesario. Vos te levantas, me ves un poco repeliéndome, un poco no queriendo ser grosero, pero con la firme convicción de que su estado emocional merece un barco más estable, y vos eres la mar, brava, rabiosa, enardecida. 

Entonces, soy un maremoto pidiendo a gritos que me lleven a mi casa; me deshago en lágrimas y desconsuelo y ruego misericordia de los que están cerca de mi costa. Nadie se acerca y grito más fuerte. Cuando todo se calma en la orilla, las personas toman sus vacaciones de verano con todo el propósito de estar en mi, de vivirme, de experimentar mi extensa vastedad. Pero yo, maremoto irresuelto, empiezo a tribular mis aguas y ahuyento a todos los incautos que lograron llegar lo suficientemente cerca como para verse inundado en mis miserias.

Escribirlo me hace sentir que soy otra persona, que ya no tengo el peso del mundo en mis pies, que la vida es realmente posible y que no todo tiene que terminar en tragedia. Es posible imaginarse el mundo benevolente, mucho más fácil que urdir complejas y elaboradas teorías acerca de cómo es que tu destino está tan conectado a las decisiones ajenas, que rechaza cualquier intento de presentar un interés en la libre voluntad.

No eres libre cuando tienes un mundo caótico dentro tuyo, un fuego incesante que está constantemente queriendo destruir todo lo que le rodea. No eres libre cuando tu cerebro te envuelve en imágenes ficticias de cómo deberías estar viviendo tu vida, sin poder poner pausa, sin poder salir, sin tener un plan que justifique por qué tienes que salir de ese laberinto.

Mi mente es poderosa, pero yo también. El llanto auto-infligido no justifica las actitudes de mierda que tengo conmigo misma. Si yo fuera un tercero, me comería verga estar con alguien que me trata tan despectivamente. Se siente como una grabación, en loop, de una niña caminando el bordillo de una jardinera, y a su lado, una sombra diciéndole que pronto se caerá. A pesar de que los pasos son firmes, la sombra logra convencer a la niña de que se caerá, y esta lo hace, casi por inercia, sin tomar muy en cuenta lo que le rodea, todo lo que no es esa sombra. Dejó su objetivo a un lado, ya no quiere seguir caminando por los bordillos, ahora maneja una idea fijada en la caída, se imagina todos los ángulos en los que podría caerse, y trata de elegir el más bueno. 

Y entonces ya no son las cuchillas, ni las ligas, ni los tabacos. Son las acciones diarias. Y son las no-acciones. Son los deberes atrasados. Son las llamadas perdidas. Son el malestar interno, externo, la ira. 

Cada día que me levanto, pienso en las cosas terribles que he hecho para merecerme esta suerte. Estoy cansada. No pienso seguir. Hoy me elijo a mí. Por encima de mi cerebro. Soy capaz de manejar mi vida en la dirección correcta. Soy todo lo que siempre he necesitado, y todo lo que necesito. Soy, y con eso basta, y las voces en sombra, pueden joderse.

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