Diarios de la depresión: querer ser planeta para no ser vacío, pt. I
Haber nacido hija del caos no debería sorprenderme, el momento en el que pongo el pie en algún lugar, las hojas se revuelven y viento comienza a soplar. Demasiado en buena en muchas cosas, pero terrible desconocedora de muchas otras, nunca me enseñaron a ser un adulto y cuando decidí dejar mi casa, solo era una niña más, con la tristeza al hombro y una confusa cantidad de dinero para alguien como yo.
La responsabilidad crece en los mares, en las arenas, en los árboles, pero sin saber nadar, caminar o trepar, no queda más que sobrevivir y estrellarse ochentaycincomiltrescientrasdiecisiete veces contra el planeta y tratar de no repetir los errores tan a menudo. Estoy empecinada en seguir adelante, no quiero peros. Ya me he caído demasiadas veces como para saber que la montaña nunca deja de crecer y que la vista se puede disfrutar a pesar de que tengamos media pierna atolondrada, una mochila pesada, un mal hábito de beber agua sin que tengamos claro el cómo hacerlo sin parar de caminar.
Estoy empecinada en ser grande, en ser grande a toda costa. Quiero volar y sentirme bien sin la necesidad de las caminatas absurdas que una tiene que hacer para retomar el sendero que le lleva a la montaña de la que ha caído. Tengo que aprender a ser más fuerte, eso sí. Aún me duele un poco el pecho de las veces que no hago bien las cosas. Pero bueno, nadie es perfecto y quizá el próximo fin de semana pueda quedarme quieta en mi casa y trabajar las horas que me hacen falta entre semana.
Tenemos feriado, yo no hago feriados. Yo a veces solo camino por entre los ríos y me llevo la computadora a la mano.
Comentarios
Publicar un comentario