Diarios de la depresión: getting shit done when it should be done
Esconderme detrás del brillante iluminador que es el saber que puedo hacer las cosas bien me ha costado muchas veces las caídas estructurales que he tenido en mi vida. Tener la convicción de que puedo hacer las cosas pero no ejecutarlas es mi mayor pecado, y peco sobre mi misma, peco sobre mis dolores, peco sobre mis caídas.
La humillación de saberme silenciada por mi propia decisión ha de ser la cruz más potente que me hunde a lo más profundo de la tierra; me carcome, me dilata, me interpone entre la pared y las astillas que de a poco van saliendo de una cruz que no debí haber olvidado nunca.
Espero tener la valentía de saberme libre, de saberme poderosa, de saberme fuerte y capaz, pero estos últimos meses se han sentido surreales, he vivido en el limbo de la desesperanza y tengo las ganas de saber que puedo hacer las cosas sin que primero vea arder Troya.
Me convenzo a mi misma que mi futuro está escrito en brillantina, que tengo la vida por delante, que tengo tiempo y razón. Pero a veces no me es suficiente y necesito más, necesito más de todo, más, siempre más.
Hoy me detengo, me fumo un cigarrillo figurativo y hago las cosas que deberían haberse hecho hace miles de años, yo soy mi propia compañía y soy mis alas y mi buen viento. Soy todo lo que debería haber sucedido entre ayer y hoy, estoy entera, completa, nazco entre las grietas de lo que pensaba podía ser un mejor mañana porque el mañana es hoy, y brilla.
Dejo de ser complaciente, dejo de ser dubitativa, me lleno de fortaleza y me determino a terminar de hacer las cosas que tenía que haber hecho ayer, mañana, el próximo año.
Tengo la vida por delante, me recuerdo. Tengo la vida por delante, no hay problema. Tengo la vida por delante, no desfallezco.
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