Septiembre seis: Walk The Line - Jadu Heart
El septiembre en el que me acontecieron los diecinueve años fue también el septiembre en el que descubrí el amor, el septiembre en el que me redescubrí infinita y feliz, poderosa, capaza y soñadora. El septiembre de hace muchos miles de millones de segundos me dejaba en la cara una sensación poderosa de calma que no había podido imaginar era yo capaz de sentir.
Tenía el rocío de la tristeza un poco regadándose por mis mejillas, y apareciste vos a enseñarme de la música maravillosa y de las madrugadas con la Flama. Me acuerdo bien de todas las cosas que hacíamos y de las que hablábamos porque marcaron el inicio de lo que yo considero, a pesar de todo, la mejor época de mi vida.
Puede ser que tenga mil cosas más que hacer de lo que hacía hace mucho tiempo, pero también tengo más espacio para mi misma y para mi existencia. Tengo una libertad imperecedera que jamás sentí antes de vos, entonces, creo yo que no hay nada que temer porque la vida siempre estará repleta de cosas nuevas y de cosas que jamás hemos experimentado y de cosas que nos asustan.
El seis de septiembre de hace tres años comimos una tartaleta de blueberry y yo me juré tuya para siempre. Me quise dar la vuelta mientras jugábamos a ser Houdini y pegar mi frente a la tuya y decirte que te quería desde siempre. Esa tarde regresé contenta y completa a mi casa, sentía que la vida no podía ser mejor de lo que ya era en ese momento.
Vos me hacías sentir viva, vos me eras tan necesario como el aire de todas las madrugadas cuando me escapaba a fumar a la terraza, y te agradezco por haberme enseñado tanto sobre la vida, pero sobretodo, de mi.
Te recuerdo desde la extrañeza vacía de un amor eterno pero que tenía la fecha de expiración marcada en el frente del paquete. Vos y yo nos hacíamos bien, vos y yo éramos los más bacanes, y quizá no estábamos listos para sentir el amor profundo que nacía cuando me enseñabas tus canciones, o cuando yo te leía un cuento. Y eso es todo lo que necesitamos saber, o al menos, todo lo que necesité aprender a aceptar como la verdad cuando estaba en el proceso de sanarme de vos.
Vos estabas con tu saco amarillo y azul, y habías perdido tu pantalón en un partido en la mañana. Te dije que The Beatles era mi banda favorita y te conté de The Travelling Wilburys. Escuchamos a Calamaro y a Interpol.
Y yo te decía que My Girl era la original de The Beatles y que cualquier otra versión era basura. Pero vos te refereías a la canción de The Temptations, y yo a Girl, del Rubber Soul.
Me gustó sentirme protegida y querida, y cuidada e incondicionalmente perteneciente a tu vida, a tu realidad, a tu día a día, a tu mensaje predilecto, a ser tu persona favorita en el mundo, a ser parte de vos. Me sentía feliz en la irresponsabilidad de la inocencia, de la juventud, de la idealización.
A menos de un año de ese día, empecé a crecer, a sentar raíces en la tierra, tu amor me había alimentado a ser mejor y a querer dejar la tristeza atrás. Rogaba por el día en el que me dejara de sentir azul para poder quererte bien, quererte como te merecieras, quererte como solo yo sabía quería quererte. Pero la vida no siempre funciona con las reglas y los límites y los ires y venires desgastan todo, hasta el amor más puro y reluciente del universo. Te hubiese querido saber incluir en mis planes de adultez, pero a penas lograba respirar para mi, y no sabía regular nada, así que hice lo que me nacía de los pulmones y empecé a soplar fuerte para que todo el mundo saliera corriendo, despavorido, volando por entre los aires.
Me siento repitiendo patrones, siento que lo que un día pasó contigo lo estoy viviendo en mi trabajo; a inicios de año lo sentí con la universidad, y acaba de suceder con mis clases de inglés.
Pero estoy cansada de querer salvar todas las cosas que no me hacen sentido en ese momento. Contigo reconozco que fue un error, sé que me equivoqué al pedirte el exilio, pero gracias al dolor más grande que he sentido, he podido dilucidar entre mis pensamientos y sentir que hay esperanza en aquellas cosas que amo verdaderamente.
De pronto me sentí tan adulta, tan repleta de responsabilidades. Desbordaba creencias firmes sobre mi ética personal y seguía el guión que me había preparado a mi misma para entrar de manera exitosa en mi vida de señora. Aún así, no lograba nada que no fuera un crecimiento forzadísimo. Un día era una niña enamorada de su primer Carlos, y al día siguiente me deslumbraba con agendar reuniones en el calendario. Y un día el uno le superó al otro, y dejé de sentirme enamorada, no porque no lo estuviera, sino porque el calendario empezó a llenarse y vos tenías que esperar por mi. Nací de golpe en los veintiocho años, cuando aún tenía diecinueve.
Como a vos, yo amo mi trabajo. Le siento mío, vinculado a mi existencia y a mi identidad. He crecido y aprendido de maneras descomunales sobre cosas que jamás imaginé podrían exisitir, y disfruto la compañía que me hace el trabajar junto con mis ganas de existir. Le agradezco a mi trabajo por darme las ganas de dejar de estar azul y ser miserable. Como a vos, le debo mi vida. Pero ahora ya sé de los límites que me tengo que poner, de las distancias que estoy dispuesta a recorrer, de las maneras en las que lo puedo salvar.
Espero que tu septiembre seis de este año haya estado repleto de amor, me mantengo firme en el deseo férreo de que te dejes querer únicamente por lluvias torrenciales que no duden un segundo en perforar la tierra para recordarle al universo lo maravilloso que sos. Un besito en la frente, qué alivio grande que es poder escribirte sin dolor, recordarte es sonreír, gracias por enseñarme aún a la distancia.
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