Septiembre diez: las ganas de salir corriendo
Me levanto a caminar por las veredas decoloradas de un septiembre que debería ser el momento favorito de mi año, pero hasta hoy, sábado segundo de este mes, me siento derrotada de tanto despertarme a lo desconocido.
Y por desconocido me refiero a todo aquello que me deja sin aire, es decir, todos los momentos de la semana en los que no entiendo bien qué debería estar haciendo. Y me siento absurda, y esperaría poder tener un remanso tibio donde ir a pasar la noche para no enfrentarme al frío de todos los días.
Quisiera encontrarme menos absurda menos a menudo, me desespera verme así, y sentirme así, y no entender bien qué es lo que está sucediendo.
Quiero silencio, quiero paz, quiero tiempo para mi y para mis días. La vida sigue girando y yo no quiero que me deje detrás, pero no encuentro maneras de ponerme a la misma velocidad.
Cómo explicar la necesidad de salir corriendo con las piernas atadas y los ojos cerrados.
No sé como decir que la vida no me es ajena, no puedo dejarme desvincular de algo tan mío pero que ha dejado de resonar conmigo misma desde hace algún tiempo.
Espero poder entenderme cuando vuelva a leerme, espero poder hacerme sentido más a menudo, espero no tener que acampar en el frío.
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