Reclamar los fines de semana de vuelta

Los fines de semana deberían ser para descansar, me digo mientras sigo haciendo listas eternas acerca de lo que voy a hacer durante estos dos días para poder ponerme al corriente en el trabajo. No es algo tan grande, tengo la ventaja de poder sentarme todas las mañanas en la sala de mi casa y contemplar las cosas que me hacen feliz desde un punto privilegiado en el planeta. Pero aún así, me siento casi ahogándome, con las deudas, con los pendientes, con las sobras emocionales de un pasado resquiciado que quiere tomar partida de mi hoy, de mi tiempo, de mi energía. 

Y me he cansado de toda la mierda que significa tener que estar pendiente de las cosas sin que haya un soporte emocional o sentimental lo suficientemente sólido como para apoyarme durante los días en los que sentir se vuelve incómodo. 

Quiero dejar todas las cosas en pausa, pero también dejar todas las cosas en pausa y quietas, y en silencio. No quiero volver a darme la vuelta mientras salgo de la habitación donde dejé todas las ventanas abiertas, me siento agobiada de querer cargar con el peso de la vida yo sola, me gustaría dejar de quejarme y empezar a sacudirme los pedazos de arena que se amarraron a mi cabello y que ahora me piden volver al suelo, solo para jalarme con ellos.

Ser adulto es una huevada gigante, sobretodo porque te piden que seas eficiente, que seas responsable, que seas madura, que tengas una hora de ingreso y una hora de salida, que no te olvides de comer a tiempo, que te bañes, que tomes agua, que te desmaquilles antes de dormir, que respetes a tus pares mayores porque tienen más tiempo que tú y saben más de la vida que tú, y a pesar de que siempre te dicen que la mejor manera de aprender es cayéndose a pedazos, lo único que te dicen que debes hacer es seguir para adelante y que lo demás se construirá a la par, pero que no te caigas tan a menudo, pero que te caigas para aprender, pero que te levantes de inmediato y que vuelvas a comenzar, en otro lugar, con otro pensamiento, más sabio quizá, esperemos, ojalá.

Tengo horas esperando que la noche caiga para que no tenga otra cosa que decir que no sea una disculpa lastimera por no haber alcanzado, otra vez, a hacer las cosas que tenía pendiente desde hace seis meses, en la mesa de la sala, y que debería habérsela presentado a mi jefe desde el año anterior.
Estoy cansada, estoy cansada de caminar sin rumbo en una tempestad que parece ser de ensueño. Me he imaginado un número incontable de veces todas las maneras en las que esto podría haber terminado y en ninguna de ellas me había creído la historia de que yo tendría la suerte de construir mi camino de la manera en que lo he hecho hasta ahora. 

Hay momentos de escasez, todavía, a pesar de que la vertiente se alimente cada día más y más. El cauce ha crecido, pero también el pozo, entonces se necesita más agua para llenarlo, y sigo siendo solo yo contra el mundo, contra el agua, contra el planeta, incluso, contando el número de veces que me he dado la frente contra el suelo este tiempo.

"Estoy cansada", quiero decir. Pero no me salen las palabras y siento que necesito un justificador. No me salen las palabras y no me queda otra que decir, rayos, no era eso lo que quería hacer, a pesar de que haya sido exactamente lo que hice. No sé si esto signifique que tengo una razón inválida para hacer las cosas, no sé si esto signifique que no estoy preparada para la vida, o la adultez, o la responsabilidad. Últimamente he tomado un bocado gigantesco de malas decisiones, organizarme no funciona tan bien como solía hacerlo antes, y últimamente no me he sentido bien acerca de mi misma, así que bueno, podría decir que estoy teniendo una revelación en este momento, pero eso no está realmente cambiando lo que hago y que me hace sentir mal, pero en fin, no me quiero sentar a llorar dolores inconclusos. No me son útiles, y yo quiero cosas útiles. Quiero llorar dolores finales, terminados, sin futuro. Mientras la puerta siga abierta yo la seguiré cruzando, pero sin llorar fingiendo su fin, sino quizá solo llorándola por estar medio abierta, pidiéndome todavía que la siga abriendo.

Vamos, cariño, a por otra semana de levantarse todos los días a seguirla luchando.

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