Manifiesto previo a cumplir veintidós años

Quisiera decir que mi día es algo más que las veinticuatro horas estructuradas que se reflejan al momento de salir de la cama. Hasta hace algunos días, meditaba antes de irme a dormir, y lograba conciliar el sueño de maneras que no hubiesen sido posibles sin el imperativo absoluto del cansancio.
El ritmo de vida que quisiera tener cada vez es más real, me encuentro más feliz más a menudo, pero encontrar la voluntad para hacer las cosas es definitivamente el gran pendiente que había dibujado hace tiempo. 

Digo que sí, que me gustan los conciertos y que disfruto del café, digo que no, que no me gusta emborracharme y que disfruto del tiempo acompañando a mis amigos en planes que no deben involucrar sustancias embriagantes. 

Pero me cansé de fingir que tengo la vida completamente resuelta, o que soy una persona dentro de una caja bien definida y que no necesita más instrucciones que las que le entregan.
Pensar en la manera en la que un ser humano se encarga de recoger sus mierdas conforme pasa la vida es ignorar el hecho de que a veces uno no tiene las ganas de hacer mierdas, ni de recogerlas, ni de prestarlas atención, y quiere mandar todo al demonio.

Quiero el silencio del anonimato pero la calidez de la compañía y me encuentro luchando guerras pesadas y complejas que me hablan de la insensatez de haber elegido el querer ser perfecta.
Incluso este texto se cohibe de las cosas que debería estar escribiendo. Quiero decir que estoy cansada, que siento tedio de tener que vivir la misma vida todos los días de la semana, quiero decir que trabajar es una ilusión absurda para los que tienen mi edad y mi necesidad de hacer las cosas de un modo específico. 

Quiero gritar y correr mientras la vida se queda en silencio por un puto segundo porque estoy hartándome de la gente hablándome, y yo quiero volver a sentir la calma del silencio del amor porque estos días le estuve pensando mucho al Carlos y eso me hizo pensar en que en realidad yo sí le quería muchísimo y era muy feliz con él pero lo que yo había aprendido hace mucho mucho tiempo no era a querer ni a quedarme, sino siempre a huir y a dejar todos los amores a medias y a dejar las cosas a medias porque por alguna razón, incluso mis más mediocres resultados terminaban siendo aclamados por la gente que caminaba a mi alrededor.

Estoy cansada de pensar que mis decisiones siempre han hecho sentido porque en realidad nunca lo han hecho, pero creo que no necesitan hacerlo porque únicamente hacemos cosas porque las sentimos y luego queremos darles el sentido que sea que le queramos dar, pero en si, hacer cosas no tiene nada que ver con hacer sentido y ese es un golpe bajo a la realidad tangible que me enseñé a considerar. 

Quiero querer y quiero querer profundamente, quiero besar todas las noches a alguien y acostarme en una cama que huela a fresco siempre. Quiero dejar de lavar mi ropa y dejar de pensar en todas las cosas maravillosas que puedo hacer, que puedo hacer después y sobretodo todas las cosas que tengo que hacer porque las listas siguen creciendo y yo me estoy cansando de ser planeadora y no ejecutadora.

Cansada, muy cansada, pero también muy libre.
Me gustaría pensar que mis decisiones no afectan ni dañan a nadie, pero esa no es la realidad, todo lo que yo haga va a ser interpretado de alguna manera por las personas involucradas y lo interesante de ese proceso, es el hecho de que yo no tengo responsabilidad alguna, no al menos hasta que no haya aprendido bien sobre mis procesos de regulación personal y todo aquello que hemos conversado en terapia con la Ale.

Cuando me veo no haciendo las cosas solo me dejo estar, no está mal hacerlo, no está mal no querer hacer las cosas ni querer que las personas cierren la boca por una sola vez y que me dejen estar acostada en medio de la nada.

Siento que estoy enojada, pero también triste, pero también feliz, profundamente feliz y libre y enamorada de la vida que estoy construyendo. 
Tengo veinticuatro horas en el día para hacer todo lo que me de la gana. Todo lo que me de la puta gana.

Soy un maremoto y los maremotos son naturales, soy contradictoria y las contradicciones son naturales, soy una constante evolutiva que nunca deja de pensar en otras cosas y que nunca deja de sentir. Soy una sentidora. Soy una sentidora feliz, soy una sentidora profunda, soy absurda, soy compleja, soy completa, soy abundante, un abundante camino de posibilidades. Tengo todo en la palma de mis manos y no necesito buscar la respuesta en ningún otro lugar porque siento que las cosas no tienen por qué ser de cierta forma. En fin, solo tengo un poco de sueño pero soy muy buena ignorando las cosas que no me hacen sentido en el momento en el que las esté sintiendo. 

En fin, solo quiero correr, correr y ver el amanecer, correr y dejar de dar clases, estoy cansada de dar clases, quiero las noches de regreso a mi nuevamente, cansada, cansada, cansada.

Deben dejar de importarme las cosas que puede ser que la gente entienda de mi, pero manejarme de mejor forma de las cosas que no me pertenecen. 
Deja de justificarte, Elisa.
Deja de justificarte, Elisa,

Nada les debes, nada te deben, estás en paz.

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