Diarios de verano [Fall in love with you - Montell Fish]
Hace algunos meses mi cuerpo comenzó a crecer ramas torcidas de mis brazos, los renglones torcidos; la letra de Dios me era lejana y a pesar de ver sus inscripciones en mi pecho, las voces cercanas me eran lejanas, aburridas y solitarias.
Aún cuando el brazo añorado me cubría, yo sentía que no podía abrigar ninguna idea ni esperanza de reivindicación porque simplemente me había olvidado cómo se respiraba junto a las personas.
La naturaleza del ser humano es el crecimiento constante, vivimos por el thrive de hacer nuevas cosas y fallar en el intento y volver a comenzar y fallar nuevamente. Me había olvidado de las cosas que en su momento eran nuevas y que ahora me eran tan familiares que no reconocía el gusto o la necesidad de hacerlas.
Tenía entrecruazada la voz de mis dudas y de la pena y no me dejaba sentir otra cosa, extrañaba la lejana sensación de que algo era bueno, a pesar del caos y de la desidia.
Una madrugada me desperté de la bruma y decidí que no llegaría a ningún lado con la pena en la maleta. La dejé en la puerta de calle; algunas horas después, al salir por el desayuno, alguien se la había llevado, liberándome de su peso absurdo. Gracias por eso.
Volví a escuchar las voces del querer hacer cosas, del deseo de un mejor mañana, donde no tuviese el peso del olvido.
Empecé a nadar, pero más que nadar, a respirar y a flotar en el agua, la paz que me trae sentir mis extremidades existir en una temperatura agradable, sin que me pidan sortear caminos y ramas, se equipara con el estar abrazado a la existencia misma, es un reconocimiento propio del potencial cambio que ejecuto todos los días cuando me levanto y decido existir en paz conmigo misma.
Después, di un salto diametral a una de mis pasiones desde la infancia: la fotografía, digital y análoga. La combiné con el deseo irresoluto de sentir profundo la vida y el querer dejar una huella a la cual pueda regresar a sonreír en día futuros.
He vuelto a escribir y a leer y he aceptado el que la vida viene en miles de colores, todos válidos y entretenidos en su propia radiación. Vuelvo a disfrutar el aroma de las tardes solariegas bajo el sol. El aroma a cloro y protector solar me envuelven más a menudo y soy feliz. Soy feliz, en todas las gamas imaginables.
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