El día de la liberación, trescientosesentaycinco días desde la nueva latitud
La mañana del dos de junio de hace trescientosesentaycinco días estaba despejada y brillante. Salí por café a las siete de la mañana.
Compré una manzana para la mañana.
Caminé las calles que ahora me son tan comunes y agradecí por el infinito de las ventanas que dan hacia Guápulo.
Han cambiado muchas cosas desde entonces, no solamente en cómo se ve la ciudad, el cielo y las veredas, sino, adentro mío.
Las certezas que hace un año me acongojaban y declaraban en bancarrota emocional, hoy son meros recuerdos de una poco fructífera relación con las raíces de mis pulmones. Me llené de valor y confianza y aprendí a poner la otra mejilla al momento de caer contra el pavimento.
Me veo gigante, fuerte y poderosa, con los años suficientes para comerme el mundo y seguirme desvelando para escribir.
Un año después, le vuelvo a agradecer de manera reverencial a "A House of My Own", por haber sido mis alas y un buen viento:
A House of My Own
Not a flat. Not an apartment in back. Not a man’s house. Not a daddy’s. A house all my own. With my porch and my pillow, my pretty purple petunias. My books and my stories. My two shoes waiting beside the bed. Nobody to shake a stick at. Nobody’s garbage to pick up after. Only a house quiet as snow, a space for myself to go, clean as paper before the poem.
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