abril, aguas mil - la conclusión de los días catástrofe
Hace dos años había decidido dejar de tener las palabras sueltas por todo lado y había encontrado la pasión de sentirme miserable en todo sentido. Había encontrado la pasión por el decir que me sentía soberana de mi Republiqueta de tristeza, donde las tardes se iban en soles marginalmente equivalentes a mi sensación inconclusa.
Recuerdo la sucesión de eventos de una manera casi idílica. Cada lágrima y cada variable que nacía a partir de mi relato de tristeza se dibujaba de manera que no permitía que otra historia empezara a crecer desde mis raíces marchitas y algo desdibujadas.
Cuando vi la vida caerse por el bordillo de la terraza decidí que sería feliz, tomé la voluntaria decisión de convertirme en el refugio donde pusiera a crecer mis plantas sin que se me recriminara el olvido, la obsecuencia. Recuerdo tu voz, tu desesperada e incomprensible posición me dejaba en blanco. Necesitaba un lugar hacia donde huir pero no logré articular palabra alguna para pedirte ayuda y en medio de las marejadas, recurría a un lugar obscuro que me dijese que no todo estaba perdido, que no todo estaba ganado tampoco.
Recuerdo claramente las ganas irresolutas de volar, de salir por las ventanas a dibujar las montañas que me protegían del viento que se había colado en mis días organizados en papel de seda.
Tenía la necesidad absurda de decirte que te quería cerca porque no sabía vivir sin tus pulmones cerca a los míos, alimentando mi aliento de una esperanza absurda, tanto de la vida que podíamos haber estado viviendo, como de la vida que podía haber yo estado viviendo, e incluso, de la vida que yo prentendía vivir ante tus ojos.
Cuando mis amaneceres se hicieron frecuentes, recuerdo el deseo constante de salir a la terraza para dejarme bañar por la luna, a pesar de que el frío del verano se sintiera precisamente en ese momento del día. Recuerdo las fotos que tomaba como un desenfrenado deseo de querer vivir a tu lado y decirte, "Mira, aquí está una prueba de que yo no puedo decir la verdad de mis sentimientos porque tengo miedo de que me juzgues obscena, triste, depresiva y aburrida. No soy la persona que quisiera ser para vos, pero si me das refugio, prometo dibujarme bajo tu pedido, prometo dibujarme bajo tu manto, prometo dibujarme bajo tu luz".
Y estuvo bien, en ese momento me sentía amar a través de tu ausencia, me sentía amar de maneras complejas, pero también, de las únicas maneras que ese momento me permítía, y no creo que haya nada malo o vinculantemente negativo en decir "tómame, tómame incompleta, compleja, moribunda, ámame en retazos, ámame en melodías inútiles". El amor nace en grietas y se alimenta de la lluvia que baja por la callejuela del primer y último beso.
El abril de hace dos años me enseño el pozo infinito de la miseria y el sol más enceguecedor de las maravillas de sentirse enamorado. Aprendí que las mareas nacen en movimientos que parecen ser circulares cuando se están formando, pero que después terminan de ser completa e irresolutamente ondas expansivas de múltiples colores que devienen en marejadas, marejadas azules y pacíficas.
También el abril de los adioses me dejó una sensación en pausa, en minutos y segundos que se marcaron en mi piel, pero ahora logrado bendecirles con una alegre sinfonía del silencio que me brindaron.
El tiempo en pausa, el amor en vilo, la alegría arrebatadora del poder decir que sí porque me nace del alma el querer crecer y nacer todos los días en la misma casa del sol que me ha entregado los amaneceres más profundos de la existencia.
Te quiero, corazón, te quiero, a vos y a todos. El alimento, el sol, el viento, la música, tú música.
Te quiero profundo, en bocanadas. Te respiro, Elisa. Te respiro en paz.
Comentarios
Publicar un comentario