Ménilmontant - Ainda



La nueva cafetería, el nuevo corte de cabello, las ganas renovadas de querer sentarse a sentir el amor. La paciencia, la lealtad, la consciencia, el empeño, la confianza, la seguridad, el amor. La felicidad, la constancia, el agua resbalándome por los brazos la noche del miércoles pasado cuando salí a caminar y a leer en el café-de-los-mejores-cheesecakes-de-chocolate, y que después se convirtió en una fuerte tempestad y yo fui feliz porque me encantó el decidir que no usaría mi paraguas sino que dejaría que el agua lavara mi cuerpo. Y fue una lluvia torrencial. Gotas gigantes y fuertes y confiadas de su trayectoria. Me colgué los lentes en la blusa para que cuando quisiera volver a ver, estuviesen libres de la marea renovadora; mis lentes eran el recuerdo de la necesidad de no olvidarme ni perderme ni dejarme lejana, porque incluso cuando una está en la misión renovadora de su primera vida, tiene que acordarse que los huesos seguirán siendo los mismos y no se necesita removerlos para llegar al lugar que está construyendo.


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