candypaolonutini

Y me acordé de la noche en quede dije que sí, que quería que la vida me naciera desde otras latitudes; mientras terminaba un tabaco desgastado de tanto desearle, fijaba una mirada obsesiva en las puntas de los edificios que me cobijarían meses después. Estaba cansada de respirar con el humo entre las pestañas, y de sentir que la neblina me nacía desde los pulmones, pero estaba mucho más cansada de los mensajes fríos que me dejaba el viento cada madrugada, recordándome que vaya despacio, que camine de puntillas para no despertar al miedo que vivía abajo. 

Mil cosas me recorrían la cabeza mientras pensaba en las diversas maneras en que podría dibujar mis días futuros, pero sobre todo, me acordaba de los días en que te había soñado más cerca de lo que tenía que hacerlo para dejarme ir por completo de tu imagen, de tu idea, de tu compleja manera de colarte en mis palabras para explicar las razones por las que quería recorrer la ciudad.

Habían miles de cosas complejas sucediendo a la vez, y de alguna manera todas ellas conducían a la misma respuesta: corre, sal, camina, despierta, despliega un papelote, dibuja en la pared, fuma dentro de casa, deja de fumar, besa el espejo, bésate en el espejo, susurra las verdades que te cuestan decir, tómate un café, lava la ropa, extráñale, enójate con su recuerdo, golpéa la cama, arranca de tu estantería los libros que no le devolvistes, tacha su nombre, trágate el chicle, respira, agradece, sonríete, sonríele, entrégate, entrégalo, abraza la costumbre de salir a caminar todos los días a las nueve de la noche por la calle de la eternidad, acuérdate del señor que trabaja hasta las nueve y media mientras toma una copa de vino y escucha lo que debe ser música maravillosa, sonríele a la distancia a los señores que hasta hace tres semanas no tenían ningún mueble y que hoy tienen el departamento más cálido de la cuadra, salúdale a los señores que sacuden los manteles en su terracita y que tienen una nieta pequeña que siempre te recuerda lo que se tiene que hacer a los siete años como imperativo necesario de lo que es vivir, de lo que es tener un día feliz, de lo que es no preocuparse del césped manchándote los pantalones, de lo que es no querer pensar en las extrañas ocurrencias de la vida del ser humano. 

Deja de contar los días, por favor, te lo pido. Deja de poner las semanas dentro de cajas de cristal, como si eso te permitiese ser un ser organizado y todo eterno, o etéreo, o complejo, o completo, o taciturno, o salomónico, o decente, te diría que no dejes de contar los días, pero cada semana que pasa te siento más lejos, más fuera, más dentro de ti mismo, de ti, de vos, de todo, de nada, de un montón de frases de mierda que te has querido grabar en la frente como si fuesen tu verdad, a pesar de no sean más que un montón de barrabasadas emocionales.

Toma, toma tu poca paciencia que te dejaste en la feria y regresa a la casa donde duerme tu recuerdo. Espero que todavía leas las canciones que te regalé en colores. Hoy llueve tanto que no sé qué hacer.

Te dejo una canción para las malas rachas. suerte. te beso. me beso.


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