Someday - Julia Jackling (Triple J version)

La casa deshabitada tiene visitantes. Desde el viernes, una figura conocida, remarcablemente memorable, deambula por sus corredores diminutos y dibuja puntos azules en las esquinas blancas de la única pared que no ha sido corroída por el color rústico y amaderado de las demás. A pesar de que tiene muchos años recorridos, sus suelos todavía se sienten cómodos y personales, el ruido del silencio se asentúa con las miles de aves que revolotean al rededor de los árboles de los vecinos, y los atardeceres siguen siendo esplendorosos, a pesar de que la montaña que todo lo cubre esté tan cerca.

La figura bebe el agua de sus llaves, la hierve y toma café negro. En silencio, admira la ciudad y espera pacientemente a que llegue la noche para ver como el azul profundo se toma el cielo y las ventanas exhiben los candiles de cada casa. El alféizar del cuarto se convirtió en su lugar predilecto y desde ahí sueña sus memorias ultramarinas, recoge su pecho entre ventarrones veraniegos y soles mortesínos del invierno y absorbe la paz que exige de todo su alrededor. La figura es sabia, es paz en medio de una guerra que no se sabe si ya se acabó, es aliento constante y un apretón de manos para saber que todo está bien.

Cuando anochezca, la figura se encerrará en el infinito, y verá lejos el punto ciego en donde asegura se encuentran los recuerdos. Tomará todas y cada una de las postales que se aventuren a salir en la ciudad y los dibujará cercanas al corazón, en el lugar donde nacen las oleadas amarillas que recubren el pecho cuando una se piensa y se sabe feliz. Sentirse amarilla. Tener el pecho calentito. Tener el pecho amarillo.

Por unas horas, o con suerte unos días, la casa deshabitada tendrá alguien que camine sus esquinas dibujando puntos azules. La música será un constante y el frío se mudará porque las ventanas se han abierto y los rayos del sol entran a raudales.

La figura se despierta un domingo a las seis de la mañana con cincuentaycinco minutos y mira el cielo azul. Respira. Mira la montañana que todo lo cubre bañada en dorado. Respira. Escucha a las aves infinitas. Respira.

La vida es tan simple que podríamos dejar de movernos y ella encontraría maneras de seguir siendo maravillosa, con el sol saliendo y la lluvia enfríandose en granizo.


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