Ejercicio de escritura N° 1 -Cómo escribir un cuento, o la guía práctica para una siesta a media tarde-

Martes dieciséis de febrero del dosmiveinteyuno.

Ejercicio de escritura #1

-Cómo escribir un cuento, o la guía práctica para una siesta a media tarde-

Elisa

Describir un sentimiento o develar el atardecer que cae sobre nuestros hombros es la fuente primaria de satisfacción para un hoja hambrienta de palabras y dedos cansados de no tener historias que contar. A veces los colores de las montañas y el olor de la calle pueden disfrazar las páginas e indudablemente convertirnos en actores vívidos de un proceso histórico: el marcar un momento específico y hacerlo nuestro, y hacerlo infinito, eterno, palpable y legible. 

Es importante dejar un rastro en la vida, de otra forma, respirar no tendría mucho sentido. Encontrar un propósito es tan solo una forma agradable de decir "hacer algo para abrir campamento bajo la eternidad de una noche". Plantar las estacas en el suelo, dormir protegidos por una tela inestable, despertar convencidos de que acampar es vivir en todo lado, adueñarse del planeta. 

También, tomar partida en la elaboración de un proyecto personal es la protección impaciente de un corazón que conforme pasan los días se atrasa un poco más, algún día llegará al punto de partida, pero hoy sigue latiendo inconforme y ralentizado, y si no encuentra hoja alguna en donde dejar de latir, frustrará su caminar con rabias incoloras.

Quisiera escribir por el resto de la vida, dejar de hablar, cerrar mis labios para siempre. Quisiera caer en una cama y abrazarme fuerte de un cuerpo reconfortante y tibio que meza mis brazos mientras las palabras que cuentan mi historia se forman en el techo. No existe la ropa y un cobijo fresco cae suavemente encima mío para protegerme de la luz, el calor no traspasa las paredes y no necesito acurrucarme para olvidar el frío. 

Mi voz abandonó mi cuerpo, no necesito hablar, la resonancia de los sonidos es quieta y mis oídos se abrazan del silencio. En mi interior es todo calmo y absoluto, la sangre corre horizontalmente y mi cabeza ha caído en una almohada fresca. El no hablar y comunicar mis ideas con símbolo en las paredes me ha revivido, el sol me alumbra y yo me convierto en su reflejo, en su multiplicador, en la luz. No necesito nada porque ya no hablo, mis labios se cerraron y soy un ente que no necesita de espacio para confesar su existencia. Existo en un plano atemporal.

Quisiera olvidarme de la vida por momentos exactos, acostarme en el césped sin miedo a sembrarme, conociéndome semilla, acariciarme el pecho sin miedo al olvido, abrazar sin esperar el vacío. Quisiera poder querer bien, querer sin falta, querer en exceso, querer sin preguntarme para quién abro los brazos, las manos, los ojos, la vida. Quisiera poder saber bien qué es lo que siento y conversar eternamente sobre los grandes hallazgos que he hecho en mi largo trayecto por el dolor.

Quisiera contarte de las más brillantes alegrías que he tenido en mi vida pero me opacan el reflejo los días en que apenas puedo respirar, ojalá entregar mi vida al silencio no me cobre más ausencias, espero que entiendas(n) que no existo a plenitud, que me he amarrado un hilo al pecho y ahora me cuesta mucho deshacer el nudo. 



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