Dvořák en julio.

Creo que estoy un poco enamorada de Rachmaninoff. 

Piano concerto No. 2 in C Minor, Op. 18: II. Adagio Sostenuto.

Take my hand, I'm a stranger in paradise, all lost in a wonderland, a stranger in paradise. If i stand starry eyes, that's a danger in paradise, for mortals who stand beside, an angel like you.

Sin embargo, mi compositor favorito hoy se dibuja como Antonín Dvořák, las humoresques me revuelven el corazón y traen a mi mente los recuerdos cálidos de una tarde en la que había salido por café y cigarillos. Era la primera vez que leía a Leo Buscaglia, y más allá de ser el escritor que mi abuela me había recomendado incontables veces,  quería saber qué carajo podía significar una cátedra sobre el amor. Leo Buscaglia, el profesor del amor. Pero en ningún sentido grotesco y desagradable, sino como un sujeto barbudo y panzón que se sentaba frente a largas filas de personas para hablar del amor profundo a la vida, de los recuerdos que los calabacines le traen a su memoria, de venir de una familia inmigrante italiana y ser el niño que huele a ajo, del hombre que viaja a Europa y aprende a amar a la gente sabia que apaga las ciudades a la hora de la siesta porque no hay nada más reconfortante que dormir a media tarde.

Dvořák es tomar café en una tarde preciosa, fumar mentolados del color del cielo, oler a humo y querer volar como él. Quisera revolotear en el aire y dar incontables vueltas, girar, encantadora, y desaparecer en el firmamento. Las montañas delineadas perfectamente recordándome que tengo todavía mucho por recorrer, las tardes que huelen a libertad y que se escuchan como Dvořák. 

Dvořák, estoy enamorada y solo sueño en ser feliz. Me duele el pecho pero no es el tabaco ni el viento helado contra mi cara, es el peso del día cayendo en el asfalto y Dvořák en los auriculares. 

Estoy descorazonada y rota el corazón, si es que se puede estar en ambos lugares a la vez, es julio y yo leo del amor, y lloro, porque es lo único que me he permitido estos meses, el llanto y Dvořák en los auriculares y un tabaco con humo sabor lila y un pecho desnudo y triste y encojido el corazón me desgasto soñando en que los días desaparezcan de mis manos y pueda al fin descansar de todo lo que me hace querer leer a Leo Buscaglia en una tarde de julio en la que no debería estar triste.

Julio es mi mes, julio y junio son los meses en los que soy feliz, en los que puedo decir que me quemé por haber caminado tanto tiempo bajo el sol y sin haberme cubierto bajo la sombra. Julio no es para llorar dentro de casa, no es para quedarse en casa, pero no tengo otros pasos, otro camino, otra salida. Quiero salir a correr lejos pero a penas puedo moverme.

Dvořák, te quiero, un beso en la frente. Te quiero y necesito más a menudo.

Hoy es enero, mañana estamos más cerca de julio, y prometo que este año estaré bien, con Dvořák en los auriculares, un café, mentolados lilas y un libro reconfortante.



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