Do you want to know a secret - The Beatles
Tengo breves momentos de clarividencia en los que la caja de fósforos deja de ser una caja de fósforos medio llena o medio vacía y es simplemente una caja pequeña de cartón que contiene una varillas peculiares que te permiten prender el cigarrillo. Y esta es una analogía bastante básica. Cortázar, en Mensajes Recurrentes utiliza esta misma figura de los fósforos para significar los sucesos cotidianos como algo más que eso.
El sábado estuve en la casa de un amigo y me traje un recuerdo de su cocina. Un recuerdo involuntario porque para qué diantres querría yo una caja de fósforos cuando en mi casa hay un montón, además de dos lindas fochas que me gusta sacar a pasear, tentándolas de acercarse a un tabaco prohibido. Cuando pienso en todas las decisiones que la voluntad precede, me sorprende lo fácil que me suele resultar el tomar una decisión, a pesar de la gran contradicción que significa el ser quizá la persona más indecisa del universo. Alguien alguna vez dijo que las personas tomamos una decisión inmediatamente, es decir, si te pongo a elegir entre tres colores y además te pido que me digas cuál de esos es el que más te llama la atención, vos tendrás la respuesta cuando yo termine de formular mi pregunta, pero el intríngulis mental que nos enseñan a los tres años -ese donde te dicen que debes pensar bien las cosas antes de decirlas o hacerlas porque sino te puedes arrepentir; algo que yo considero una soberana pendejada porque a los tres años una está bien enrumbada en el camino de las intuiciones y que le obliguen a sentarse, castigada, en una mesa porque no pensó bien lo que le dijo a un niño de la guardería y eso le hizo llorar, es una terrible cosa que les enseñan a los niños- nos lleva a ponerle un pero hasta el número de cucharas que le ponemos a la taza de café. No es, cariño, que no sepas cuántas cucharadas le quieres poner a tu café, sino que no sabes qué es lo que se esperaría de vos. Sí. Sí. Yo afirmo que no todos pensamos solitos, y aprender a dejarse llevar es algo que tenemos que aprender. Ajá.
A mi me han enseñado un montón de cosas que siento inútiles; actitudes que sólo han servido para obligarme a unas costumbres que no logro reconocer como mías. Decisiones que nunca hubiese pensado elegir si no me las hubieran dibujado en la frente antes de salir al colegio, volviéndolas costumbres mías y parte de mi atuendo diario. Y reconocer esos patrones me ha tomado veinte años; a veces encuentro nuevos atajos en solo cinco segundos y tengo que anotarlos en mi libreta para que así nunca se vayan y tenga que esperar otros veinteaños o cinco segundos para darme cuenta por qué estoy torcida.
Los momentos de clarividencia me dicen que no tengo razón alguna para preocuparme de nada que no sea este segundo, y no por razones jipis que puedan obscurecer el encuentro de un futuro bien labrado, sino porque es inútil preocuparse y no sales de tus cinco-metros-de-distancia-personal-donde-vos-decides-que-eres-miserable-y-te-regocijas-en-ahogarte-con-penas-patéticas. A veces sí creo que mis penas son patéticas y me gustaría poder extrapolarme de mis barreras corporales para darme un buen golpe que me revuelva el alma. Sí, sí, necesito enmedarme el alma. Yo solita y pronto antes de que me convierta en otra caja inamovible que se aferra a una sola vida y a una sola imagen y proyección de su nombre.
El sábado estuve en la casa de un amigo, cuando subí de fumarme un tabaco -me lo regaló un señor que fumaba abrazado de su esposa afuera de un bar-, guardé los fósforos en mi bolsillo y subí a cantar Calaveras y Diablitos. El sábado tuve que decidir dos veces sobre una pregunta a la que yo había contestado desde antes de que me la preguntaran. Me tengo que hacer más caso a mí, porque yo sé lo que quiero y cómo me siento y cómo me gustan las cosas, pero me enseñaron a no prestarme atención porque era pequeña y siempre habría alguien más experimentado que podría guiarme hacia la respuesta correcta. El problema es que me enseñaron a ser mi yo pequeña. Y esa man creció muy pronto y ahora tiene que aferrarse a esos momentos de clarividencia y de intuición que le llevan volando a esos lugares donde puede cantar y ser feliz sin que se lo proponga (otrahuevonadagigantequemeenseñaronydelacualhablarépronto).
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